¡LAS MONTAÑAS HABLAN! PÁRAMO DEL SOL

Autor: Santiago @themountainchallenge
“He aprendido que el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la felicidad está en la forma de subir la escarpada” Gabriel García Márquez.
A las cuatro de la mañana aún está demasiado oscuro pero puede sentirse la presencia del majestuoso ser que espera, yo pude sentir cómo me invadía su imponente grandeza , me llené de profundo respeto y agradecimiento por la posibilidad de estar allí.
Las montañas son templos sagrados que han sido profanados por los humanos hace bastante tiempo, debimos pedir permiso para caminar por este templo y guardamos silencio para sentir su caricia, una suave llovizna nos da la bienvenida, no será fácil la travesía pero el silencio la hará más hermosa... La búsqueda es hacia adentro y para esto es preciso entender que la mente, el cuerpo y el espíritu se conectan con un hilo muy fino que se puede ir fortaleciendo a medida que se avanza, es increíble lo que puede lograrse cuando se tiene esa claridad.
Entendí que todos los que allí caminábamos éramos el reflejo de la montaña y ella el de nosotros y que encontrarnos no era una simple coincidencia, había cosas que cada uno, de forma consciente o inconsciente, debía sanar y el recorrido se lo mostraría a cada cual. En el camino hacia mi interior encontré miedos y ciertos complejos que cargaba desde la infancia, de los que seguramente no habría hablado si no se habría hablado si no se tratara de sanar y aceptar que esta es una situación que puede reflejarse en mi actuar cotidiano como mujer y madre. El cuerpo es solo un cascarón que nos permite la movilidad en este plano físico y no por esto se le puede restar importancia, pero pesa mucho cuando hay que cargar con la opinión de toda una sociedad a la que culturalmente por consumo y por un capricho superficial de la existencia le introdujeron la idea de un prototipo de belleza tan vanidoso que los que no encajan en él son señalados, juzgados y hasta rechazados en ciertos círculos y no quiero decir con esto que mi cuerpo sea un impedimento para mi felicidad o que me siento a disgusto con él, sino que cierto cansancio físico me trajo esta reflexión. La búsqueda es hacia adentro...
Después de caminar largo rato a solas y ahondar en reflexiones que mi universo interno acogió, procesó, trasmutó y dejó sembradas en la montaña como parte de la sabiduría que la habita, me encontré en compañía de otras palabras y de otras reflexiones, en este punto reafirmé que la montaña me iba entregando lo que iba necesitando pues no estaba sola y debía ir compartiendo la fortaleza que me obsequiaba y también encontraba muy buena vibra en los otros. Pudimos presenciar todas las temperaturas y cambios posibles en el páramo, en un momento el sol recargó con su potente energía todos los cuerpos, energía desbordante y muy gratificante, podía sentirse la felicidad de sus efectos; continuamos andando y más adelante con un presentimiento colectivo de estar cerca del campamento unas pequeñas gotas de agua muy fría nos previenen de lo que se vendrá a continuación: la lluvia no da espera y viene acompañada de granizo que golpea fuertemente la cabeza, en este punto la mente quiere estar en la cima, vuelvo a quedarme sola con la esperanza de que falta una sola herradura para llegar, pero no es así, solo me queda sacar la reserva de energía que me brindó el sol y me digo: “así no sea la próxima debes seguir caminando, no te rindas”, y así subí y bajé varias veces. Seguía lloviendo y mientras avanzaba por el camino claramente marcado la niebla me encerró en su blanco manto y me dejó de visibilidad apenas medio metro a la redonda, me quedé inmóvil mirando hacia donde creía que seguía el camino, sin embargo solté un grito esperando que quien estaba adelante me guiara con su voz, inmediatamente obtuve una respuesta que venía de un costado, vacilé por un momento y di unos pasos hacia ese lugar, pero me detuve porque algo en mi interior decía que ese no era el camino así que me quité la carpa para escuchar mejor, volví a gritar y de nuevo escuché la voz que me decía “por aquí”, en ese momento me invadió cierto sentimiento de miedo y empecé a llamar casi con desespero hasta que el compañero que estaba adelante me llamó y como por arte de magia el camino se despejó de nuevo y seguí caminado cuestionándome lo sucedido, ¿A dónde hubiera llegado? ¿Qué quería mostrarme la montaña? Es un misterio que ella guardará para si, pero agradezco a mi intuición, pues no debe ser nada fácil pasar una fría noche de páramo en soledad. Las montañas hablan y para escucharlas hay que estar atento y concentrado, la habitan seres mágicos y llenos de misterio que también desean hablar.
Llegar a la cima es el más refrescante abrazo que una montaña puede brindarte. A cuatro mil ochenta metros sobre el nivel del mar el aire tiene otra densidad, la tierra otra textura, las plantas otras formas y hasta puedes sentir que tus pesos emocionales y espirituales se hacen tan leves que el más breve soplo puede eliminarlos y todo esto gracias que en las alturas la montaña se convierte en un ser más sensible y poderoso pero a la vez es tan frágil y sutil como la más pequeña gota de rocío. Lo único que tienes que hacer es adentrarte en las entrañas de la madre con todo el respeto, sin vanidad y con una pregunta que ansíe ser resuelta, eso sí, la montaña tiene una forma particular de responder pues no te ofrece respuestas directas, aunque es clara: eres tú quien debe descifrar la respuesta en la mas insignificante manifestación, ya sea en el amanecer más frío y luminoso o en el atardecer más caluroso, picante y colorido; todas y cada una de las experiencias allí vividas pueden ser la señal de claridad más contundente para tu búsqueda. Conéctate, respira, siente, escucha atento y no pierdas tu centro.
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