DEL PÁRAMO A LA SELVA

DEL PÁRAMO A LA SELVA

Autor: Santiago @themountainchallenge

El cambio constante del clima en el páramo reflejaba el movimiento de la vida, mi cuerpo ya se estaba adaptando a tal fenómeno, sentía que era una extensión de todo lo que alcanzaba a ver, oler, escuchar. Con los sentidos despiertos distinguía como  la niebla aparecía silenciosa abrazando todo a su paso, generando un estado de quietud que aplaca  cualquier pensamiento o interferencia que no hace parte de lo que “Es”. El sol sorprendió al llegar con sus dulces rayos, la niebla se desvaneció en el reluciente manto verde y el vuelo de los pájaros  sobre el horizonte llamó mi atención; la relación del vuelo con el viento y el canto, llevaron mi percepción  a un grupo de nubes que vacilaban a un sutil ritmo, las aves bajaron en picada y se desaparecieron en un misterioso bosque. Mi mente empezó a generar ruido, pensamientos del pasado perturban la sensación de paz, la tormenta se aproximaba recolectando nubes a su paso, danzando con el viento. Sin esperar nada, se estremeció el cielo, me sorprendí al contemplar tan majestuoso acontecimiento; el pánico trató de abrazarme, respiraba  con empeño, el miedo tomaba más fuerza y solté el control hasta de la respiración. Observé como el aire  pasaba por mi nariz sin esfuerzo alguno, tocando  cada célula, activando, regenerando, recordando. Danzaba con las nubes directo a la tormenta, una sombra inquieta pretendió sacarme del momento, pero era más fuerte el sentimiento de seguir “aquí”, en silencio. En una inflexión de mis ojos, las nubes se integraron en la majestuosa tormenta.

Los truenos retumbaban alrededor de varios kilómetros, mientras el viento se veía aplacado por las gotas del cielo que no demoraron en caer. Me resguardé bajo una enorme piedra, parecía que esta tempestad fuera a durar una eternidad; Inhalé con calma el aire puro del ambiente y exhalé con fuerza todos aquellos pensamientos, emociones, sentimientos y  apegos que no me dejaban Ser. Aquellos que me tenían atrapado en las tinieblas del miedo y era momento de soltar. El tiempo pareció detenerse y un aturdidor impacto apagó por un momento  todos mis sentidos;  un rayo había caído sobre la piedra en la que me estaba resguardando, mi mente se  transportó a otra dimensión o tal ves al corazón mismo que todo lo crea.Pude  percibir el  espacio sin límites en su plena inmensidad, sin forma, sin identidad, vacío; observando  los pensamientos  que la mente guarda como cassete de reproducción. La percepción se nubló y una estrepitosa tormenta se formó en este espacio, un rayo me llevó  directo  a una casa de palma donde se encontraba un sonriente anciano sentado, el abuelo estaba hablando  un lenguaje que generaba una sensación mística y selvática . Sus palabras traducen el canto de un ave resonante, que anuncia un nuevo día. La comunicación entre el ave y el abuelo propaga símbolos que evocan ancestros de la selva; aves, reptiles, mamíferos, insectos y plantas que se manifiestan. El abuelo, guardián de todo lo existente, se empezó a transformar en un imponente jaguar y el techo que antes parecía de palma ahora era el cielo mismo, una infinidad de estrellas en el espacio vacío.

Una luz incandescente me sacó del ensueño, abrí los ojos y era consciente de mi cuerpo físico. Desubicado, la tormenta había pasado y el sol resplandecía al occidente, habían pasado unos minutos en el calendario gregoriano pero parecía que hubiese viajado al pasado presente a través de miles de años. Sorprendido por esta visión generada por la fuerzas de la naturaleza, revisé cada parte de mi cuerpo y estaba intacto. Sentía mucha fortaleza, sin embargo, mi cabeza se estremecía de dolor y no podía ignorar la  sed; me senté con disposición  a meditar y escuchar claro el latido del corazón, que a un ritmo calmante me recordó mi existencia . Abrí los ojos y   un pequeño colibrí se posó frente a mí con su vuelo estático, se desplazó a mi costado, guiándome hacia un relajante sonido, un hermoso manantial que brotaba de unas piedras de cuarzo, bebí un poco y el dolor se fue diluyendo en la pureza del agua.   

El cielo que ahora está completamente despejado junto al sol que cae al horizonte, revelan los hilos de agua que llegan al océano, así como el hogar del oso de anteojos, colibrí, venado, puma y aquellos seres que habitan este lugar.La noche toma su paso y miles de estrellas brillan en el firmamento, los pensamientos de lo ocurrido en la tarde aparecen y desaparecen como nubes, a pesar de ello, nada pudo perturbar ese momento de plena comunión. Pasé la noche cerca al manantial, me sentía descansar en el cielo, el anhelo por contemplar el amanecer me despertó con el renovador cambio de la noche al día. Los pájaros cantaban anunciando un nuevo sol, el cual se presentó develando la vida del entorno, las flores se muestran relucientes y  la percepción se torna más clara, desprendiendo  varios velos de mis ojos. Alistándome para regresar a la “civilización”, me percato de que nada nos pertenece, ni nuestra propia vida.El hombre ha caído en el egoísmo y la avaricia, pero el mensaje recibido es el cuidado y respeto profundo por la madre tierra. No hay nada que salvar cuando somos conscientes de nuestra propia existencia,  las fuerzas de la naturaleza responden según el trato que le demos a la madre dadora de la vida, es ley natural; la esperanza de que el jaguar continúe caminando por las selvas vive en el corazón sensible, de quien tiene una visión de amor incondicional  por todo lo existente.

Regresé a la ciudad y me encontré con el hombre que me había presentado la milenaria medicina de la selva (mambe y ambil). Le conté mi experiencia y él, sorprendido, me entregó una bola de tabaco frío; mencionó unas palabras en un lenguaje similar a las del abuelo de la visión y concluyó diciendo :  “mis ancestros lo esperan en el territorio , está dispuesto a viajar al corazón de la selva de la Amazonía?”.


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